José Gallino (Artista Urbano Uruguayo)




¿Qué tienen en común Mario Benedetti, Luisa Cuesta, Carlos Páez Vilaró, China Zorrilla, Washington Tabárez, Edinson Cavani y Omar Gutiérrez? Todos ellos –figuras emblemáticas del acervo popular uruguayo– quedaron inmortalizados en los muros de distintos rincones de Uruguay. Y en cada uno de esos murales hay elementos que se repiten: los trazos elaborados con un aerosol que buscan abarcar todos los detalle de rostros bien conocidos por el ojo local, un trabajo muy puntilloso sobre las arrugas y la mirada, cuidada gama de colores piel en mate y un estilo hiperrealista. Y, al final, al lado de cada uno de esos rostros, la firma. José Gallino. 

Mochila al hombro, gorro con visera para atrás, varios tatuajes de animales desperdigados por el cuerpo, la estética visual de Gallino se nutre del hip hop. No es casualidad, el grafiti es uno de los elementos que integran el universo del hip hop. Después de su presencia fuerte lo que aparece es una voz mansa, sin egos evidentes, que dice que las cosas se van dando sobre la marcha, que nunca las proyectó. 

José Gallino es, desde hace un tiempo, de los nombres que más se escucha en términos de arte urbano en Uruguay. Con 32 años y una innumerable cantidad de muros pintados –perdió la cuenta, pero superan los 500–, el artista nacido en Salto logró destacarse por los grandes nombres de sus retratados y, también, por no detenerse nunca. Curiosamente, su evidente talento para el realismo a grandes escalas con aerosoles no es resultado de un extenso proceso de aprendizaje. Gallino empezó hace apenas dos años a incursionar en este estilo y desde hace seis, en el grafiti en general.

Edinson Cavani fue el primer personaje público que pintó; lo hizo en Salto en 2017. “Más allá de Cavani –que es un capo– el mural fue dedicado a los salteños, a la gente del lugar donde nací”, expresó el artista. Gallino entiende que sus obras no se dirigen a los personajes sino a las personas que siguen a esos personajes. También ilustró al Maestro Tabárez en Montevideo, sobre la calle Guayabos; el mural tuvo muy buenas repercusiones pero el artista reconoció que no quedó del todo conforme con su trabajo porque uno de los ojos le quedó desviado. La recordada actriz China Zorrilla fue pintada en un mural externo del Cementerio del Buceo a mediados de 2018 y el artista plástico Páez Vilaró ocupa la tercera planta de un edificio de Cordón desde hace menos de un mes. 





El cantautor Alfredo Zitarrosa, el físico Albert Einstein, el escritor salteño Sergio López y el dúo Los Olimareños son otras de las figuras que integran la lista de Gallino





Aunque los murales que parecen una fotografía tienen el sello de Gallino, hace un tiempo el protagonismo de sus obras estaba ocupado por animales ficticios. Su primer grafiti, en 2013, fue de un bicho que mezclaba ojos de reptil y dientes de tiburón. El artista contó que siente una gran atracción por los animales –de chico se crío en el campo–; de hecho para los diseños de sus nueve tatuajes eligió seres de este estilo.

No estudió técnicas artísticas formalmente, pero tuvo desde chico la influencia de su hermano, que es artista plástico y le enseñó distintas técnicas y, además, le prestaba sus materiales. Gallino contó que se la pasaba pintando en el cuarto pero, curiosamente, nunca podía (o quería) terminar sus cuadros. Unas décadas después, la misma persona que solía dejar sus pinturas a medio hacer cuenta que al terminar de pintar se siente contento, pero también se le despierta la sensación de que siempre hay detalles y cosas para corregir y que tiene que seguir pintando. “Trato de que el próximo mural que vaya a hacer salga mejor al anterior”, expresó.

Si bien el grafiti le ha abierto muchas puertas, el artista explicó que nunca pensó en negociar con el arte. Hace algunos años –después de vivir un tiempo en una comunidad en Punta del Diablo– decidió instalarse en Montevideo. En todo este periplo trabajó haciendo estucos venecianos, en la cocina de un restaurante en Punta del Este, como tatuador y en varias actividades más. Ahora trabaja con un arquitecto en tareas que abarcan desde las maquetas hasta las reformas. “Hago de todo, si no sé, lo aprendo”, exclamó
Costos y beneficios

Para llevar adelante varios de sus murales, Gallino presentó propuestas al Ministerio de Educación y Cultura (MEC) para su financiación. Esto quiere decir que el artista hace una descripción de lo que quiere hacer y, después, le adjudica un precio. Pero la mayoría de los murales que realizó fueron financiados 100% por su bolsillo.





En el caso del mural de Páez Vilaró, el costo total –que fue de unos seis o siete mil pesos, entre materiales y gastos extra– lo cubrió él. El recientemente inaugurado de Omar Gutiérrez fue financiado por el MEC bajo el presupuesto, de unos $20 mil, que entregó el artista. Entre el costo de los materiales, los viajes de ida y vuelta a San José (en total fue cuatro días), entre otros gastos, la ganancia que le queda al artista ronda los $6.000




“Lo hago porque me hace sentir bien. No hago cálculos ni quiero hacerlos”, admitió Gallino que elige destinar buena parte de sus ahorros de trabajos privados a invertir en materiales para sus grafitis. De todas formas, gracias a la notoriedad de su arte, a Gallino le han surgido trabajos puntuales para empresas.








Ante la pregunta de si nunca te dio miedo venderse por una marca no titubea: “Para nada. Tengo un estilo de vida y un criterio de ver las cosas muy claro”. El grafitero contó que, pese a haber recibido varios pedidos desde distintos partidos políticos, no accedió a trabajar para ninguno. "Política, nunca", dijo. 

Para el artista grafitear es ahora su terapia, es la actividad que lo hace sentir tranquilo consigo mismo y activo en su faceta creativa. Sin embargo, el tiempo y la dedicación que le destina a su actividad artística también tiene sus coletazos. Gallino contó que, en el camino, perdió muchos vínculos afectivos.




El ego del artista 

Para el salteño Montevideo es una ciudad bastante gris copada por las publicidades y propagandas políticas; por eso le parece que el graffiti le aporta color y una carga energética positiva a la ciudad.

Gallino destacó la evolución que tuvo en los últimos años el arte callejero en todo el país: “Está agarrando fuerza, hay cancha y tremendo nivel de artistas”. Además dijo que, año a año, surgen nuevos creadores y que, actualmente, el número de artistas activos ronda las 300 personas.





De todas formas, así como se hizo muchos amigos a través de esta expresión –que también pauta su estilo de vida–, el grafitero contó que, algunas veces, los egos de los colegas entran en juego y se generan ciertas confusiones.

En Uruguay no hay muchas restricciones para los artistas callejeros, lo que sí está moralmente prohibido es tapar obras grandes. Pero al artista hiperrealista le han tapado unos cuantos trabajos. “Es cuestión de hablarlo y que me paguen la pintura. Más que nada para que valoren el laburo”. También le pasó que ciudadanos de un lugar se molestaran porque fuera él quien realizara determinado homenaje y no un artista locatario. Para evitar leer comentarios violentos o críticas poco constructivas, Gallino evita el uso de Facebook y prioriza como única red social su cuenta de Instagram. Allí comparte algunas de sus obras: las que más le gustan, con las que realmente queda conforme y con las que no tuvo ningún percance generador de conflicto.




La construcción del personaje

Para Gallino cada personaje implica una nueva historia por aprender; al respecto contó que, desde que se dedica a rendirle homenaje a figuras públicas, estudió muchísimo sobre lugares, situaciones y personas a los que antes no les prestaba tanta atención. 

Más allá de replicar una imagen desde una hoja A4 a dimensiones métricas, utilizar cuadrículas para lograr bien esa escala, revolotear los aerosoles y pasar unas buenas horas trabajando la mirada y las arrugas, Gallino se ocupa de todo un trabajo previo. Y eso significa conocer a fondo a la persona que va a pintar.

En el caso de Omar, el artista quedó fascinado con su estilo de vida, su sencillez y la forma en que “le daba vida” a muchos artistas y bandas de géneros tropicales que décadas atrás en Uruguay eran bastante excluidos de la televisión. “Era una persona rara, el loco la rompió”, concluyó el salteño






Entre los cerca de 30 murales que realizó en homenaje a distintos personajes, el de Luisa Cuesta –militante por los derechos humanos, referente en la búsqueda de los desaparecidos durante la dictadura– es, según él mismo lo valora, el más merecido. 

Gallino pintó el rostro de Cuesta en grandes dimensiones –con cada arruga, cada cana y la mirada cargada de dolor y esperanza–a pocas semanas después de su fallecimiento. Fue a fines de noviembre, durante el Encuentro Internacional de Arte Urbano en Young (Río Negro).






El arte es, para muchos, una vía de liberación, de expresión y de canalización de energías. Y en el grafiti, cada trazo puede ser verso, cada figura, párrafo, y cada mural puede esconder la posibilidad de contar una historia. Ya sea para homenajear, criticar, para hablarle al amor, a la angustia, a la alegría o, en definitiva, para desnudarse ante un desconocido, el artista que se planta con sus aerosoles frente a una pared vacía, necesita narrar su propio cuento.

En el caso de Gallino el grafiti fue una vía de escape en determinadas situaciones de su vida, también actuó como su mejor psicólogo; es su amigo de confianza, ese con quien se conecta y en cada intercambio ve reflejada su propia esencia. Los murales fueron para el salteño –que se considera un canceriano cerrado– el apaciguamiento de la timidez que carga desde chico. A través de sus creaciones, emociona y dice lo que no elige contar en palabras. Y, aunque se ríe y asegura que dentro del estilo que incursiona dentro del arte callejero aún está “re chiquito” y le falta muchísimo por aprender, se motiva al ver que la evolución de la calidad sus obras se dio a pasos agigantados. Inquieto en su búsqueda personal y artística, Gallino se define como un “soñador salado” y anhela poder llevar, algún día, su arte a escalas muchísimo más grandes.





La obra está dedicada al conductor de televisión y radio –que falleció a sus 70 años el 12 de setiembre de 2018, a causa de una enfermedad pulmonar–, sus familiares y los locatarios de su ciudad natal; fue el resultado de 25 horas de trabajo in situ, más varias lecturas previas y búsquedas de la mejor fotografía que lo representara.

Fuente e Info www.elobservador.com.uy


No hay comentarios:

Publicar un comentario